El Día en que la Incertidumbre Abrió Europa
Hubo un instante —apenas unos segundos, casi un parpadeo— en el que la Historia se torció para siempre. No fue un gran acuerdo firmado en mármol ni un gesto solemne desde un balcón. Fue una pregunta cualquiera, lanzada por un periodista cansado al final de una rueda de prensa gris. Y frente a esa pregunta, un político del régimen, Günter Schabowski, dudó. Vaciló. Balbuceó. Y en esa vacilación se abrió una grieta por donde acabaría entrando toda Europa.
Schabowski, miembro del Politburó de la RDA, aparecía ante la prensa como figura del poder, como rostro endurecido por la maquinaria del Estado socialista. Pero aquel 9 de noviembre de 1989, ni él tenía ya certezas. Le pusieron un papel en la mano —un papel mal explicado, apresurado, casi improvisado— y cuando un periodista preguntó cuándo se permitiría a los ciudadanos viajar libremente, Schabowski leyó, tragó saliva y contestó:
“Según tengo entendido… inmediatamente.”
Inmediatamente.
La palabra cayó en la sala como una explosión silenciosa.
¿Sabía lo que estaba diciendo? Probablemente no. ¿Era consciente del incendio que acababa de desatar? Tampoco. Pero en sus ojos se percibía algo que no aparecía en los manuales del partido: incertidumbre, sí, pero también una punzada de lucidez. Esa sensación íntima, inconfesable, de quien sabe que lo que defiende ya no se sostiene. Como si, por un segundo, incluso él hubiera admitido que no era justo seguir manteniendo a un país dividido por un muro de hormigón y miedo.
La noticia corrió más rápido que cualquier orden oficial. Berlín Este hervía. La gente salió a la calle sin saber si era verdad o un rumor, pero con la certeza visceral de que no podían seguir esperando. Y los guardias —desconcertados, sin instrucciones claras, con la radio llena de contradicciones— vieron algo que nunca antes habían visto: alegría sin permiso, cuerpos empujando la frontera desde abajo, familias enteras reclamando un derecho básico como si fuera una urgencia vital.
Y así, casi sin quererlo, un país entero empujó las palabras de Schabowski hasta convertirlas en hecho. El muro cayó porque miles de personas, ya sin miedo, obligaron a la realidad a ponerse al día. El hormigón no se derrumbó solo: se desmoronó con cada abrazo, con cada golpe de martillo y con cada lágrima que se mezcló con el frío de noviembre.
Alemania, dividida durante décadas, se reencontró de la forma más humana y más caótica posible: a través de un error, de una duda, de un papel mal leído y de un político que, durante un instante, dejó de actuar como máquina del sistema.
Ese fue el verdadero milagro: que la Historia se abrió por un descuido, por un gesto frágil, por una frase dicha sin convicción… y sin embargo cargada de verdad.
Desde ese día, Europa respiró distinto. Berlín ya no sería un símbolo de fractura sino un punto de partida. Y la incertidumbre de Schabowski —aquella chispa temblorosa— se convirtió en el inicio de una ola que no sólo derribó un muro, sino que reconfiguró un continente entero.
A veces el poder pierde el control en silencio. A veces basta una duda para abrir un país.
Y aquel día, sí: la incertidumbre abrió Europa.
Schabowski, G. (1989, 9 de noviembre). DDR-Pressekonferenz, Berlin. Vídeo. Deutsche Welle / archivo histórico.
Gieseke, J. (2014). The History of the Stasi: East Germany’s Secret Police, 1945–1990. Berghahn Books.
Taylor, F. (2012). El Muro de Berlín: Una historia (reedición traducida). Barcelona: Debate.
Aguilera‑Morillo, J. (2014). “La reunificación alemana y su impacto socioeconómico”, en Revista de Estudios Europeos, 12(1), 45‑68.
Large, D. C. (2001). Berlín. El corazón de una ciudad dividida (versión española). Barcelona: Crítica.
El muro de Berlín. Exposición Barcelona. Espacio Inmersa