martes, 12 de agosto de 2025

Reflexión: Nacionalismo, religión y democracia

 

Nacionalismo, religión y democracia: un cóctel explosivo que seguimos sin saber agitar

 

Lo ocurrido en Jumilla con las maniobras políticas de Vox y PP no es un simple episodio local, sino un recordatorio de cómo el nacionalismo y la identidad —sea cultural, religiosa o ideológica— pueden convertirse en armas arrojadizas dentro de una democracia. Cuando la política deja de buscar la convivencia y se dedica a encender viejas tensiones, el riesgo no es solo la crispación inmediata, sino la erosión lenta y peligrosa de las bases democráticas que sostienen a todo el país. 

 

F. El Correo  

 

¿Es posible que diferentes identidades culturales, religiosas o étnicas convivan pacíficamente dentro de un Estado democrático? La respuesta rápida sería “sí”… pero la historia reciente se encarga de recordarnos que la realidad es bastante más complicada.

 

La globalización no lo solucionó todo 

A finales del siglo XX, muchos creyeron que la globalización iba a uniformar costumbres, lenguas y modos de vida. Pero desde 1989, con la caída del comunismo, han vuelto a estallar tensiones nacionalistas que parecían dormidas. Europa lo vivió en carne propia: la desintegración sangrienta de Yugoslavia con guerras y limpiezas étnicas, frente al divorcio pacífico de Checoslovaquia en dos repúblicas. Rusia aplastó el nacionalismo checheno, pero alentó la secesión en regiones georgianas. Y la lista sigue: Cachemira, Sri Lanka, Nigeria, Indonesia, China, Birmania… incluso democracias consolidadas como Bélgica o Canadá han rozado el colapso político por las tensiones internas.

En este escenario aparece la gran palabra: nacionalismo. Pero ojo: no es lo mismo que patriotismo. Mientras el patriotismo es amor por un país y sus valores, el nacionalismo es una ideología que busca que una “nación” (como se la defina) sea libre y, si es posible, tenga su propio Estado. Y ahí está el gran dilema, a definir: ¿qué es una nación?

Aquí surgen dos visiones. La esencialista o, como me gusta de definir "la romántica", la entiende como una comunidad con lazos étnicos, lingüísticos o religiosos antiguos, casi sagrados, que inevitablemente aspirará a su Estado propio. Por otro lado, la visión constructivista y práctica (Gellner, Anderson, Hobsbawm…) sostiene que las naciones son invenciones modernas, producto de la industrialización, la política de masas y el anticolonialismo. En este sentido, el nacionalismo sería ingeniería social: banderas, himnos, mitos históricos, educación, fiestas… todo pensado para crear identidad y cohesión.

El problema es que cuando un nacionalismo “sin Estado acotado” choca con la constitución y las fronteras existentes, la convivencia se complica. Las recetas aplicadas hasta ahora no son mágicas: la represión suele agravar el conflicto, la asimilación forzada fracasa, y las ayudas económicas no siempre calman las tensiones (Córcega e Irlanda del Norte son buenos ejemplos). Los modelos federales con representación territorial, reparto proporcional de recursos y protección cultural han dado mejores resultados… aunque generan dilemas democráticos y jurídicos, sobre todo cuando los derechos colectivos se pisan con los individuales.

 

La religión vuelve al centro del debate 

A todo esto, en las últimas décadas la religión ha vuelto al centro del tablero político. No solo por el yihadismo o el islamismo político, sino también por el resurgir de movimientos religiosos conservadores en el cristianismo, el judaísmo o el hinduismo. Y surgen las preguntas: ¿es la religión compatible con la democracia? ¿Debe quedar fuera de la política? John Rawls diría que sí, para proteger el consenso moral. Pero Alfred Stepan defiende otra idea: lo importante no es separar radicalmente religión y Estado, sino establecer una “doble tolerancia” donde ninguno imponga al otro, siempre que se respeten derechos y libertades.

El mito de que solo la tradición judeocristiana ha sido aliada de la democracia también se tambalea. El catolicismo fue durante siglos profundamente antiliberal, no hay más que pensar en la inquisición; el confucianismo, pese a su énfasis en la autoridad, ha inspirado democracias como Taiwán y Corea del Sur; y el islam, lejos de ser monolítico, convive con sistemas democráticos en países como Indonesia, Senegal o Albania. No seamos tuertos de mira, el contexto político, más que la religión, marca la diferencia.

En resumen: nacionalismo y religión no son, por definición, incompatibles con la democracia… pero sí son fuerzas poderosas que pueden fortalecerla o dinamitarla según cómo se gestionen. El reto está en construir marcos políticos flexibles, con derechos claros y respeto mutuo, capaces de absorber tensiones sin romperse. Y en eso, la historia reciente nos enseña una lección clara: no basta con desear la convivencia, hay que diseñarla.

 

Y si todavía puedes seguir leyendo… es que ya eres parte del pacto democrático

Diseñar la convivencia democrática, como plantea Habermas, exige un espacio público de diálogo y consenso, no de imposición. Arendt recordaba que la política nace cuando nos reconocemos como iguales, y Anderson que las naciones son “comunidades imaginadas” capaces de incluir en lugar de excluir. Amartya Sen advierte que reducir a las personas a una sola identidad abre la puerta al conflicto.

La diversidad debe asumirse como riqueza, con instituciones líquidas —en palabras de Bauman— que se adapten sin renunciar a valores como igualdad, justicia y libertad. Como decía Bobbio, la democracia es un proceso inacabado que exige vigilancia constante. 

Lo ocurrido en Jumilla, Murcia, nos recuerda que el reto no es convivir en calma, sino sostener el pacto democrático cuando las diferencias parecen irreconciliables.

 

Regalo para quien llegó hasta aquí: Pequeño apunte para Vox y PP: el nombre Jumilla es de origen árabe, derivado de “Humayla” o “Jamila”, palabras que hablan de una pequeña finca o de la belleza del lugar. Quizá conocer el pasado ayude a entender mejor el presente. 

 

Fuentes: 

El País. (2025, 9 de agosto). Vox y PP protagonizan incidentes en el acto institucional de Jumilla.   

Anderson, B. (1993). Comunidades imaginadas: Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo (E. Suárez, Trad.). Fondo de Cultura Económica.  1983

Arendt, H. (1993). La condición humana (R. Gil Novales, Trad.). Paidós. 1958.

Bauman, Z. (2003). Modernidad líquida (M. Rosenberg, Trad.). Fondo de Cultura Económica. 2000 

Bobbio, N. (1986). El futuro de la democracia. Fondo de Cultura Económica. 

Habermas, J. (1998). Facticidad y validez: Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso (M. Jiménez Redondo, Trad.). Trotta. 1992. 

Sen, A. (2007). Identidad y violencia: La ilusión del destino (A. Bárcena, Trad.). Katz Editores. 2006). 

La Verdad de Murcia. (2025, 9 de agosto). Tensiones políticas en Jumilla durante la celebración local. 

ElDiario.es. (2025, 9 de agosto). Confrontación política en Jumilla: nacionalismo, religión y democracia en debate.  


Algunas publicaciones para reflexionar:
 
 
"Nunca vamos a señalar a nadie por lo que crea o por lo que rece y lo mismo que yo, como católico, pido respeto a mi fe, cómo no voy a respetar cualquier otra fe", explicó De los Santos, quien acusó a Vox y al PSOE de "pretender seguir polarizando" con esta cuestión y al Gobierno de querer hacer pasar al PP por un partido "xenófobo". 
 
El PP se desmarca de la vorágine, por si salpica.
 

Vox reconoció la decisión como un logro político, escribiendo en X: "Gracias a Vox se ha aprobado el primer decreto que prohíbe las ceremonias islámicas en lugares públicos en España. España ha sido y seguirá siendo tierra del pueblo cristiano".

Los don "R" que "R"
  Euro News. Vox en X, 07/08/2025 


 "No los quieren rezando en el polideportivo del pueblo pero sí a 50 grados trabajando en los invernaderos del campo", ha señalado en sus redes sociales.  Gabriel Rufian Romero  

Rufian pone el dedo en la llaga

 

El PSOE acusa al PP y a Vox de "institucionalizar la islamofobia" por la moción contra ritos musulmanes en Jumilla
Digo pero no hago  

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